24 julio 2006

¡Basta de religión!

Baker, Marcos. ¡Basta de religión! Cómo construir comunidades de gracia y libertad. Buenos Aires: Ediciones Kairós. 2005, 288 pp.

El autor de esta obra es un teólogo y misionero estadounidense que ha trabajado por muchos años en Honduras.
El autor plantea que su obra es una exposición basada en su experiencia en una población de Honduras llamada Flor del Campo, la cual tiene unos 13.000 habitantes. Considera que la situación de las iglesias en esa ciudad es típica de las iglesias evangélicas promedio latinoamericanas. Expone que el concepto que el miembro regular de esas iglesias tiene de lo que es ser buen cristiano tiene que ver mayormente con el comportamiento, muy pocos mencionan que tenga que ver con la fe en Cristo o con el perdón de los pecados. El énfasis está en la buena conducta o «buen testimonio».
El autor trata de definir lo que él entiende por religión, lo cual es muy importante para el lector ya que el libro es un grito de «¡Basta de religión!». Él entiende por religión cualquier sistema de creencias en el que la salvación trate de ganarse por méritos, esto incluye a todos los grupos que incluso de labios para afuera dicen que la salvación es por gracia, pero que en la práctica piden algo o hacen diferencias entre los buenos y los malos, o entre los que están en lo correcto o no, exigencias o diferencias que se basan en méritos.
La religión como la entiende el autor, salvación basada en méritos, produce un cristianismo individualista y espiritualizado –no espiritual-. Hay un sentido de falsa comunidad porque aunque la iglesia o grupo cristiano se considera una comunidad de los que hacen y creen «lo correcto» frente a la sociedad u otros grupos que «no están en lo correcto», al interior de esas comunidades «correctas» hay separaciones también, todos aparentan vivir vidas perfectas, ocultan sus debilidades por miedo a que los excomulguen, es una vida llena de temor, regateo con Dios para que no los castigue por no dar la talla, ritualismo y apariencias externas, mandamientos humanos como que las mujeres usen el largo de la falda debajo de las rodillas, no se maquillen, etc. No hay verdadera comunidad, sino falsa. En realidad hay individualismo.
El libro trata de ubicar históricamente el momento en que el cristianismo se tornó individualista y menciona el hecho de que durante casi toda la historia la iglesia hizo énfasis en la comunidad, más que en el individuo. Aunque en realidad no hay una fecha en la que el énfasis se cambió a lo individual pues en realidad fue un proceso, sí se pueden mencionar algunos momentos históricos en ese cambio de la comunidad al individualismo en el cristianismo de los últimos siglos. Uno de ellos es lo que se denomina «El Gran Retroceso» que tuvo lugar dentro de la iglesia protestante a comienzos del siglo 20. Los fundamentalistas evangélicos trabajaban durante el siglo 19 con énfasis en lo social, ayudaban a los inmigrantes y tenían muchas obras de caridad, etc. Pero a partir de comienzos del siglo 20 se llevó a cabo un reversazo, «El Gran Retroceso», los fundamentalistas cambiaron su teología de posmilenial a premilenial, y se pusieron en guardia contra el liberalismo porque los liberales también hacían énfasis en la acción social. Los fundamentalistas empezaron a ver en el énfasis en la acción social un avance del liberalismo. Los misioneros norteamericanos que llegaron a Latinoamérica ya habían abandonado el énfasis en la acción social y trajeron un cristianismo con énfasis en el individuo.
El autor aclara que el hecho de que él critique el énfasis individualista que se le ha dado al cristianismo no significa que él no tome en cuenta ni crea en el aspecto personal que tiene la salvación. Lo que él ve mal es desligar la salvación y la vida cristiana de la interdependencia con la comunidad cristiana.
La obra explica que en Latinoamérica la herencia cristiana que recibimos fue matizada por la cultura humana tanto de los españoles como de los misioneros protestantes estadounidenses, un cristianismo demasiado espiritualizado e individualista.
La lectura bíblica por tanto también se volvió espiritualizada e individualista. Textos como 2 de Corintios 5:15 (RV) se traducen en forma individualista. Se habla de los cristianos como «nuevas criaturas» traduciéndolo en forma individualista, cuando en realidad el texto habla de «nueva creación» mirando la obra de Cristo en un sentido amplio.

Buena parte de la obra está dedicada a presentar una exégesis del libro a los Gálatas, libro que se considera pertinente al tratar el tema de la obra que estamos reseñando. El problema que plantea el libro de Gálatas se refleja en la reconvención que Pablo da a Pedro y que se relata en Gá. 2:11-14. Pablo les reprocha a Pedro y a los otros judíos el apartarse de los cristianos gentiles y les reprocha que no estén actuando conforme a la verdad. Actuar conforme a la verdad se representa en la mesa donde comen juntos cristianos judíos y cristianos gentiles. Cuando Pedro y los judaizantes se apartan a comer sólo ellos y exigen que para participar de su mesa los cristianos gentiles deben circuncidarse, rompen así la unidad en Cristo. Ponen barreras, condiciones, separaciones entre los creyentes. Barreras basadas en méritos. Pablo desenmascara ese proceder porque aunque ambas mesas muestran unidad; una de ellas, la que pone barreras a la comunión, es una mesa basada en la exclusión. La comunión es inclusiva, basada en la obra de Jesucristo, no en méritos.
El autor aborda el tema de la justificación por la fe como se muestra en el libro de Gálatas en particular, y en los escritos de Pablo en general. Aquí comenta la frase como aparece en Gálatas 2:16. La frase dice en la traducción Reina Valera (RV) y en la nota a este versículo como traducción alterna en la versión la Palabra de Dios para Todos (PDT) «la fe de Jesucristo», en las otras versiones (BJ, BLA, LNB, NVI, VP y en el texto de la PDT) dice: «la fe en Jesucristo». Aunque desde el punto de vista lingüístico ambas traducciones tienen soporte fuerte, las razones teológicas para inclinarse por la «fe de Jesucristo» son, a juicio del autor, más valederas porque hacen justicia al mensaje bíblico y en especial de Pablo que la salvación se basa en la acción de Dios en Jesucristo, no en la obediencia a reglas.

La lectura del libro no es realmente muy fácil, tal vez por lo difícil del tema a tratar o porque somos lectores «religiosos», aunque sospecho que la traducción no ha sido la más feliz, especialmente en la escogencia del vocabulario. Por ejemplo, hubiera sido más fácil traducir en la p. 263 «medios masivos de comunicación» que la extraña frase «extensos medios de comunicación». La expresión que usa el libro no es «mantener a la raya la gente» sino «mantener a raya a la gente»; cuando a una frase hecha se le altera un elemento, la frase se oye y lee rara. Esto hace que la lectura se dificulte innecesariamente.

De todas maneras, es importante que todo líder cristiano latinoamericano interesado en que su iglesia sea una «comunidad de gracia y libertad» lea esta obra.

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